Linn siempre ha sido un niño malcriado. La culpa la tenemos nosotros que hemos cedido a todos sus chantajes sin rechistar: mimos, comida, cama, paseos, pelotas, plumeros, novias... Y es que con Linn descubrimos lo que es ganar Best In Show, aprendimos a posar frente a la cámara y a mirar sin miedo al flash, a dormitar sentados para matar las horas de aburrimiento, a contemplar Madrid desde la ventana y sobretodo a reír a carcajada limpia cuando, por ejemplo, buscaba detrás de la tele la pelota que dejaba de salir en la pantalla durante un partido de fútbol, cuando se mete con sus hijos a labarlos y a calentarlos mientras la madre sale a comer o cuando nos vamos a acostar y lo encontramos sobre la cama, haciéndose el dormido pero con un ojo entreabierto. Nos encantas como eres, Linn.
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